Un ‘Tibio’ de corazón ardiente

FOTO: ESPECIAL  

La medalla de oro en natación, obtenida por Felipe Muñoz, es un milagro que quizá nunca se repita

Un ‘Tibio’ de corazón ardiente

OSVALDO ANAYA OLIVER

El viaje a lo más alto del podio olímpico no estuvo desprovisto de obstáculos para Felipe el “Tibio” Muñoz. A principios de 1966, según se narra en el libro Medallistas Olímpicos Mexicanos, el nacido en la Ciudad de México el 3 de febrero de 1951 participó en un selectivo de la Unidad Independencia para formar parte del equipo capitalino que competiría en Austin, Texas, contra la escuadra local.

A pesar de que cumplió con los tiempos, José García Cervantes, quien era presidente de la Codeme, lo sacó de la lista y metió a Gustavo Salcedo.

Muñoz se refugió entonces en la Unidad Morelos, también del IMSS, donde el entrenador era Nelson Vargas, con quien estableció una larga y fructífera relación profesional y de amistad.

Posteriormente fue convocado por el Centro Deportivo Olímpico Mexicano como seleccionado del Seguro Social. El entrenador era el estadounidense Ronald Johnson, quien sometió al “Tibio” a largas rutinas de ejercicio en la piscina.

Los entrenamientos rindieron frutos al vencer, en el Torneo Internacional de Santa Clara, al americano Brian Job, número uno de su país y segundo a nivel internacional. Posteriormente, en Lincoln, Nebraska, Job devolvió la afrenta.

Así llegaron a los Juegos Olímpicos de México 68, como acérrimos rivales, pero sin esperanzas de vencer al poseedor del récord mundial de los 200 metros pecho, el soviético Vladimir Kosinsky, que tenía una marca de  2:27.4 minutos, dos o tres segundos por arriba de ambos.

Hazaña Olímpica

No obstante, Muñoz pasó a la final con el mejor tiempo, 2:31.1 minutos.

Tal vez fue la altura, tal vez el público, pero ese 22 de octubre de 1968, en la Alberca Olímpica Francisco Márquez, nadie le iba a quitar el oro a Muñoz. “O gano o me ahogo”, dijo el tritón mexicano días antes.

La estrategia del entrenador Ronald Johnson, de comenzar pausado y reventar al final, dio resultado. El “Tibio”, quien fue apodado así porque nunca le parecía adecuada la temperatura de la alberca, se metió entre los protagonistas de la Guerra Fría, URSS y Estados Unidos, y los hizo a un lado.

En los últimos 50 metros, Muñoz se dejó ir con todo, cada brazada lo acercaba unos centímetros a Kosinsky. Lo rebasó cuando faltaban unos 20 metros y ya no se dejó alcanzar.

Quedó primero con un tiempo de 2:28.7 minutos, contra los 2:29.2 de Kosinsky y 2:29.9 de Brian Job, su eterno rival.

La gente lloraba, reía, se abrazaba. El “Tibio” no lo sabía en ese momento, pero 46 años después, su presea de oro olímpica seguiría siendo la única para México en natación (hubo otra de bronce de María Teresa Ramírez en esos mismos Juegos). ¿Cuándo llegará la siguiente? Probablemente nunca.

 


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