Al minuto 74 del partido de vuelta de la final del Torneo Clausura 2016, el defensa de Pachuca, Aquivaldo Mosquera, perdió un mano a mano con Dorlan Pabón, quien se enfilaba para disparar a la portería del Pachuca, ya sin obstáculos, sólo con Oscar el “Conejo” Pérez bajo el marco.
Superado, el colombiano derribó al atacante del Monterrey en una clara expulsión, prácticamente lo tacleó. Si Pabón hubiese anotado, Monterrey se ponía 2-0, pero eso no sucedió. Al contrario, Víctor Guzmán anotó el del empate a uno y del global 2-1 a favor de los Tuzos, ya casi para finalizar el partido en su tiempo regular.
Al final del cotejo, ya con el título en manos del Pachuca, Mosquera, veterano jugador de 34 años, declaró: “Es la mejor expulsión de mi vida”. Por la misma recibió un partido de suspensión por parte de la Comisión Disciplinaria, que mencionó en un comunicado emitido hace unos minutos: “Aquivaldo Mosquera Romaña aparece con un juego de suspensión, por impedir con falta una oportunidad manifiesta de gol”.
Esta situación abre el debate: ¿Se vale hacer a un lado el fair play en aras de un campeonato? No sólo eso, sino presumir la acción abiertamente, como si fuera una hazaña.
También encierra una discusión paralela: ¿Un partido de castigo es suficiente por arruinar la gloria del otro equipo? Porque Pabón se enfilaba con amplia ventaja, poseedor de un potente disparo, era muy probable que anotara, ya había superado virilmente la zaga de los Tuzos.
OAO
