Vamos a penas en el séptimo día de actividad olímpica y las patadas bajo la mesa ya suenan y se sienten más duras que chivo en cristalería. De nueva cuenta los federativos se agarran del chongo, secundados por aquellos que no dejan pasar los días difíciles para sacar raja demostrando lo poco solidarios ante el incierto arranque.
A estos agarrones hay que condimentarlos con las ardientes declaraciones de nuestros atletas que, buscando sin encontrar explicación y justificación, culpan al primero que se les para enfrente. Es más fácil culpar a las circunstancias que ponerse y amarrarse los pantalones o las faldas.
Hay que culpar al primero que venga a la mente. Hay que crucificar la historia de nuestro deporte arrancando por Mario Vázquez Raña y culminando con Carlos Padilla.
Pero, ¿dónde quedan aquellos federativos, ex deportistas, politiquillos y más saqueadores de nuestro erario encaminados a la cultura deportiva? Esos cuyos planes de desarrollo no duran más que el tiempo que ocupan en el cargo que en más de las ocasiones les funciona como plataforma para otros cargos.
En estos casos lo que más se pide y menos existe es la calma. Urgen resultados, una medallita o terminar rasguñando el podio, porque en ese excelso criterio que nos cargamos el terminar dentro de los primeros 10 es humillante.
Es la historia de la historia, donde la cosecha de medallas es tan pobre que solo Michael Phelps tiene más de oro que nosotros.
Tiempo al tiempo. Hay juegos por delante y siempre existe la posibilidad de levantar vuelo, aunque sea con las alas rotas y eliminados en el fut.
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