Quidditch, un deporte también para muggles

 

El Quidditch llegó para quedarse en el mundo muggle

Desde hace 20 años, niños y adolescentes alrededor del mundo han crecido rodeados del ambiente mágico de Harry Potter, integrado por siete volúmenes publicados entre 1997 y 2007.

El mundo creado por la inglesa J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter, no podía conformarse con un juego común y corriente.

La escritora creó una divertida y a la vez compleja dinámica, que involucra a dos equipos (de siete jugadores cada uno), que intentarán meter la pelota quaffle en medio de tres aros (la portería) y atrapar la pelota snitch –aquella que en la película tiene alas veloces como de colibrí– y con ello ganar el partido.

Y aunque los muggles no pudieron dar vida a estos personajes fantásticos, ni enamorar a Hermione, sí consiguieron traer a la vida al Quidditch, cuya popularidad les ha permitido celebrar un torneo mundial de este mágico deporte cada dos años, desde 2012.

No, en el Quidditch muggle no hay escobas voladoras. Los jugadores tienen que correr tras cuatro pelotas en un campo en forma de pastilla de 55 por 33 metros con tres aros de cada lado, con un palo entre las piernas, que simula ser la escoba –sí, un palo– lo que, más allá de las burlas que llega a generar, agrega una gran coordinación y complejidad.

Una de las grandes peculiaridades de este juego es que no se divide por ligas de género –femenil o varonil–, sino que hombres y mujeres juegan juntos, integrados.

“Me causa mucho orgullo saber que hay mujeres compitiendo con hombres a la par. En el Quidditch no hay prejuicios. No hay obstáculos. Lo mismo jugarían todos juntos personas de cualquier orientación sexual, religión o raza”, dice Alberto Santillán, presidente de la Federación Nacional de Quidditch (QMX).

En nuestro país, el primer equipo se formó en 2012, en Tijuana. Se trató de los Qwertyrians, y entre sus fundadores estuvo el propio Santillán.

Actualmente, existen 11 equipos y unos 200 jugadores registrados ante la QMX. Además, desde 2014, México envía su selección con los mejores jugadores a los mundiales.

Uno de los seleccionados en 2016 es Jonathan Rosales, médico cirujano de profesión y un amante del Quidditch desde hace tres años: “El ambiente en los mundiales no se trata de rivalidad. Es hermoso ver tantas razas, tantas creencias, asiáticos, los latinos, jugando, disfrutando una pasión y divirtiéndose juntos”.

Con excepción de la selección de Estados Unidos, se sincera Flores: “La única rivalidad parecía estar con Estados Unidos. Ellos llevaban todo un equipo detrás del equipo: entrenadores, aguadores, asistentes. Estaban serios, cruzados de brazos, sin entrar a las actividades integradoras. Iniciábamos una ola y ellos se quedaban parados”.

En el contrapeso, el seleccionado de Quidditch mexicano relata otra anécdota: entre todas las selecciones nacionales cooperaron con el objetivo de pagar el viaje de la selección de Uganda –único representante africano–, pero el gobierno de Alemania, donde se celebró el pasado Mundial, les negó la visa y no pudieron ir. Entonces, como un gesto solidario, se planteó que un futuro torneo se celebre en Uganda.

Este es un video, cortesía del equipo de Quidditch de UCLA.

Para leer el artículo completo, visita el portal de la Revista Cambio

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