Desde la convocatoria del legendario Carlos Hermosillo de vestirse de negro en el siguiente partido de la máquina, hasta la historia del panteón que colinda con las instalaciones celestes y los fantasmas que han hecho el futbol una pesadilla para este equipo.
Remontarse a las historias cruzazulinas de éxito es otro de los ejercicios que se unen a las procesiones y exorcismos que buscan regresarle la grandeza a este equipo fundado hace muchos años en Jaso, Hidalgo, que nunca ha descendido y cuyos campeonatos lo metieron entre los grandes de nuestro balompié. Hoy esos momentos son recuerdos que están muy lejos de regresar.
Aquel equipo de cementeros, hoy se ha aburguesado y olvidado de su esencia. Culpar a Guillermo Álvarez es la salida más fácil, pero el dueño no juega, al contrario invierte millonadas en jugadores, técnicos y gente de pantalón largo que no responde al trato cordial de un propietario que a lo mismo que sus aficionados gritan por un título de liga.
Hoy el futbol ha muerto para Cruz Azul, equipo que aparece plasmado en las ofrendas que recuerdan a aquellos que vivieron en plenitud y que hoy son parte del sentimiento. Sigan descansando en paz.