Dodger Stadium

 

Y el sonido local lo anuncia: “Al bat con el 23 Adrián González, primera base”…

De inmediato se da uno de los fenómenos que como mexicano más me han llamado la atención en un estadio sin importar en qué parte del mundo me haya tocado estar o el deporte que esté viendo.
 
Se escucha la introducción musical del “Mariachi Loco” con los gritos característicos al inicio del mismo. De inmediato los aficionados de los Dodgers de los Ángeles comienzan a bailar en sus asientos al ritmo del tema que acompaña al tres veces mundialista mexicano que nació en San Diego.
 
Así, aficionados de origen asiático hacen el intento de emular al mariachi loco que quiere bailar y en la fila que sigue un aficionado afroamericano considera que los pasos de “La Macarena” son lo suficientemente “mexicanos” para empujar al “Titán” que se acerca a la caja de bateo. Por supuesto los compatriotas en el estadio improvisan una pista en los pasillos para dar vueltas en pareja hasta que el sonido se apaga.
 
Este es el Dodger Stadium, el escenario de beisbol más grande del mundo con capacidad para 56 mil personas y que desde su inauguración en 1962 no ha cambiado el número de asientos y se mantiene con un toque retro que remonta a sus primeros días.
 
Su ubicación lo vuelve único, al encontrarse en una barranca cerca del centro de Los Ángeles y para quien acuda por primera vez no dejará de sorprenderle que hay que subir un cerro para llegar al estacionamiento. Como si tuviera su propia montaña y en medio de ella se encuentra el diamante y el terreno de juego.
 
Foto: Trotaestadios
En sus pasillos se puede viajar de inmediato a los años 50 cuando jugaban en Brooklyn pues los letreros de los puestos de comida tienen la leyenda de su antigua casa en Nueva York, en la que vivieron bajo la sombra de los Yankees y contra quienes incluso permitieron el único juego perfecto lanzado en una Serie Mundial, el de Don Larsen en 1956.
 
Un enorme número 42 recuerda junto a su tienda de souvenirs, cómo esta franquicia se adelantó a su tiempo al contratar a Jackie Robinson, el primer afroamericano en jugar pelota de la Gran Carpa y que utilizó ese número, mismo que está retirado para todos los equipos en la actualidad.
 
En su museo, que puede visitarse entre semana o los días que no hay partido, hay una colección de objetos invaluables, sobre todo para los aficionados mexicanos. El premio Cy Young de 1981 a Fernando Valenzuela luce en sus vitrinas, lo mismo que un guante de oro de 1988. Sus seis Trofeos del Comisionado por Ganar la Serie Mundial (dos de ellos con el sonorense) también pueden verse ahí. 
 
 

Twitter: @trotaestadios


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